En
el lenguaje popular utilizamos la palabra “desconectar” para indicar que
necesitamos olvidarnos de las preocupaciones y de las tareas cotidianas, que
necesitamos liberarnos del estrés. Entonces podemos adoptar diferentes estrategias,
desde dar un paseo en la naturaleza hasta tomarnos unas vacaciones cortas, ir
al gimnasio, escuchar música o darnos un baño relajante.
Sin
embargo, más allá de la estrategia que adoptemos conscientemente, lo cierto es
que contamos con una suerte de mecanismo automático de desconexión que nos
permite “desconectar el cerebro” cuando estamos demasiado agotados. Gracias a
este sistema nuestro cerebro se toma unas pequeñas vacaciones cuando las
necesita, por decirlo de una manera sencilla. Es decir, no espera a que nos
demos cuenta de que necesitamos tomarnos un respiro sino que se desconecta él
mismo de la realidad. Lo hace de diferentes formas, como por ejemplo, creando
una sensación de embotamiento que nos impide concentrarnos y trabajar, obligándonos
así a dedicarnos a otras tareas que consuman menos recursos cognitivos.
De
hecho, hace poco investigadores de la Universidad
de Wisconsin descubrieron que algunas células nerviosas del cerebro se
desconectan brevemente. Estas neuronas entran en un estado similar al del
sueño, sobre todo cuando estamos inmersos en una actividad que no demanda su
competencia. Mientras tanto, el resto de las neuronas permanecen activas. A
esta desconexión se le denominó "sueño focalizado".
Ahora
Andrew F. Leuchter, profesor de la Universidad de California, ha realizado un
descubrimiento muy interesante: las personas con depresión tienen problemas
para desconectar su cerebro. Para llegar a estas conclusiones reclutó a 121
voluntarios, todos con un diagnóstico de depresión mayor, y evaluó la
sincronización de sus ondas cerebrales y la conexión entre las diferentes áreas
del cerebro.
Así
descubrió que estas personas tienen una mayor actividad e interconexión entre
las áreas cerebrales en reposo. Dicho de esta forma podría parecer algo
ventajoso pero no lo es porque esto significa que son muy propensas a tener
ideas rumiativas y que su cerebro no reconoce el momento en el cual está
demasiado saturado por lo que no se “desconecta” de manera automática.
Específicamente,
halló que las áreas límbicas y corticales, cuyo trabajo concertado nos permite
procesar las emociones, se intercambian mensajes constantemente, mostrando una
actividad mayor que la que se aprecia en las personas sanas. En práctica, el
cerebro de las personas deprimidas sería incapaz de controlar el trabajo común
entre algunas de sus áreas por lo que no podría desconectar aquellas que no son
necesarias. Como resultado, la persona deprimida se mantiene en un círculo
vicioso de pensamientos recurrentes del cual le resulta muy difícil salir.
La buena noticia es que es posible salir de este
círculo vicioso. Existen técnicas para combatir la depresión que poco a poco irán
reeducando tu cerebro. El cambio es gradual y se necesita mucho esfuerzo pero
el resultado final merece la pena.
Se han realizado
estudios con TEP (Tomografía por Emisión de Positrones) que demuestran que en
nuestro cerebro se activan los mismos circuitos neuronales, en las mismas zonas
del encéfalo, cuando imaginamos intensamente algo concreto (p.ej. escribir
nuestro nombre con un lápiz), que cuando lo realizamos en la realidad.
¿Quiere decir esto que podemos engañar a nuestro cerebro para sentir lo que nos propongamos? ¿Cómo reaccionas o qué acontecimientos fisiológicos provocan las fantasías sexuales en nuestro cuerpo? ¿Qué ocurre cuando de repente pienso en algo muy divertido, como el recuerdo de un chiste?
Probablemente acabe riéndome, incluso si voy
caminando por la calle. Pero en la realidad no hay nada ni nadie, es sólo un
recuerdo.
En este sentido también puede ocurrir lo contrario; pensar en algo
triste y someter a nuestro cuerpo a un estado de llanto (de tristeza), o
incluso de bajada (pérdida) de energía, que puede afectar involuntariamente a
nuestro sistema inmunitario.
Hay una rama de la ciencia, la
Psiconeuroinmunología, que expone lo siguiente: el pensamiento y la palabra son
una forma de energía vital que tienen la capacidad (y ha sido demostrado de
forma sostenible) de interactuar con el organismo y producir cambios físicos
muy profundos.
Existen estudios y tratamientos como la Hipnosis Clínica que puede cambiar los hábitos de personas con desórdenes alimenticios, sobrepeso, tabaquismo, etc, que
indican cambios en las ondas cerebrales, debidos a desequilibrios
neuroquímicos. A estas alturas de esta era de informacion parece estar claro que la
experiencia altera la química cerebral (con el uso de pastillas) o incluso al propio cerebro.
Bibliografía/recopilacion :http://www.rinconpsicologia.com/
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